En esta serie de trabajos Ana Abregú, percibe el espacio a través de las estructuras de los juegos emplazados en ferias, plazas o parques de diversiones.
Esa misma relación de verticales y horizontales que configuraban las autopistas ahora se encuentran construyendo espacios penetrables o transitables, abiertos hacia el cielo.
Desde las tramas ortogonales de las ciudades en series anteriores se ha dirigido hacia la captación del espacio como tridimensionalidad. Pero al parecer, por este camino no pretende llegar a la anécdota temática, sino hacer un salto a otro espacio; inasible de otro modo.
El tema elegido remite a recuerdos de la infancia donde inmensas máquinas para la diversión de la familia se alzaban ante la mirada de los niños como paraísos artificiales inabarcables.
Esa desmesura es tal vez la que seduce a la artista en su hallazgo al que incorpora un elemento clave para la lectura metafórica: la mancha de color diluida, aguada, evanescente.
Este recurso alude a la fragilidad del recuerdo y a la vez se confronta con las estructuras de sólido hierro que el tema impone, generando un juego de gran tensión en la aparente tranquilidad de la escena.
Muchas veces llega a sugerir el movimiento desde las mismas pinceladas y cada plano de sombra a la vez que construye la forma revela la presencia inexorable de la luz que en algunos casos inunda toda la escena. Luz que no parece venir de un sol real sino que emerge del interior de los objetos. O desde la energía de una conciencia que revive en la sospecha de que detrás de lo visible se esconde concentrada, la vida en su forma más pura.
Luis Espinosa
Nov 2011